La capacidad de la mente no obedece a leyes físicas,
sino a la potencialidad desarrollada por cada
individuo, por consiguiente la única y real
diferencia entre los seres humanos como tal, está en
la posibilidad de que cada uno domine y controle su
mente. A través del cuerpo mental, el individuo crea
las llamadas formas mentales, los pensamientos, por
ejemplo, son llamados entidades vivientes temporales
de relativa intensidad de acuerdo al nivel de
evolución del individuo que las crea. Estos
pensamientos se mueven en el plano mental a través
de la esencia elemental que es la vida
seminteligente que vivifica la materia del cuerpo
mental, que responde a la influencia del pensamiento
humano.
Cuando tenemos pensamientos que son muy precisos,
creamos formas definidas y perfectas; es la fuerza y
la carga emocional del pensamiento lo que determina
el tamaño de la forma mental. Igualmente, la vida de
un pensamiento depende de la cantidad de tiempo que
se le dedique, de tal manera que un pensamiento
alimentado por mucho tiempo puede llegar a adquirir
vida propia influyendo determinantemente en nuestra
vida. Así tenemos que la cantidad de pensamientos
marca el crecimiento de la mente y la calidad
determina la clase de materia mental utilizada.
Las formas mentales similares se atraen entre sí, lo
cual significa que pensamientos positivos atraen
otros de igual tenor y actúan como protección de
aquellos con contenido negativo, de igual forma los
pensamientos negativos atraen mayor negatividad, lo
cual dificultad la fluidez de ideas positivas.
Es importante mencionar que los pensamientos, bien
sean positivos o negativos, no solo afectan al que
los emite sino también a quien van dirigidos. Es
necesario entender que la intensidad de un
pensamiento no es afectada por la distancia, de tal
manera que un pensamiento de amor, positivo o de
amistad emitido hacia otro individuo, potencia lazos
de unión. En términos generales, podemos decir que
consciente o inconcientemente estamos generando
pensamientos, por eso nos influenciamos unos a
otros, de tal forma que unas personas piensan en un
sentido y lo dirigen a los demás. Estos pensamientos
entran en otros individuos que también los alimentan
y así se va generando un movimiento mental que puede
llegar a ser de gran fuerza.
Es necesario crear conciencia de la necesidad de
controlar la mente, pues las imágenes mentales y
pensamientos condicionan nuestra realidad como seres
humanos y seres espirituales, ya que es uno mismo el
que afecta su cuerpo mental. Somos nosotros los que
fijamos el ritmo de vibración de nuestra mente. Si
piensa en verdad, la mentira no puede ser alojada en
su mente; si piensa en amor, el odio no puede
perturbarla; si piensa en sabiduría, la ignorancia
no puede paralizarlo. El conocimiento y el manejo
del cuerpo mental conduce a reconocerse a sí mismo
como manifestación externa y también como realidad
interna, es decir aprende a identificarse con su Yo
interior. De tal manera, que una mente orientada y
disciplinada logra conocer el origen de sus
pensamientos, lo cual le permite decidir admitirlos
o rechazarlos.
¿Qué se puede hacer para controlar la mente?
Existen, indudablemente, ciertos puntos sumamente
básicos que permiten realizar el trabajo mental y en
la medida en que se va descubriendo, en esa misma
medida se da apertura a un camino infinito lleno de
sorpresas y de conquistas, pero este es un trabajo
que corresponde a cada individuo por sí solo. El
primer paso que hay que dar es: Conocerse. En este
sentido se tiene que:
• 1- Mantener serena la
mente, para realmente lograr controlarla, puesto que
la mayoría de las veces se salta de un pensamiento a
otro sin control alguno. Es adquirir el hábito de
pensar en forma pausada sin precipitación alguna.
• 2- Es preciso
ejercitar la mente, puesto que así como ejercitamos
los músculos mediante ejercicios gimnásticos, de
igual manera el hecho de pensar conscientemente
desarrolla dominio mental, por ejemplo mediante
ejercicios de concentración y visualización.
• 3- Hacer conciencia
de lo que se piensa, a través de la vigilancia
permanente de los pensamientos, es decir que tipo de
pensamientos se tienen, si es obra del mismo
individuo que los piensa o son creados por otros.
• 4- Emplear la
voluntad para controlar y dominar la mente, ya que
una vez que se hace conciencia de lo que se piensa y
cuanto se piensa, el siguiente paso de ese trabajo
es seleccionar lo que se debe pensar, y ello solo es
factible mediante la voluntad. De tal manera, que si
el pensador es obedecido por la mente, se está en
presencia de la real función de ésta: Convertir al
ser humano en creador.
El desarrollo y evolución de la mente en el ser
humano es posible con el trabajo desde afuera, sin
embargo, la obra en su mayor parte es el resultado
de la actividad de su propia conciencia. De allí,
que cualquier individuo que desee un cuerpo mental
fuerte, vitalizado, activo y capaz de captar las
ideas más elevadas, ha de procurar constantemente
adquirir un recto modo de pensar. De allí, la
importancia que tiene la mente en el proceso de
evolución espiritual, puesto que un individuo
prudente que vigile sus pensamientos con el mayor
cuidado, comprende que su mente es un poderoso
instrumento de cuyo empleo correcto es responsable,
y es su deber ejercer dominio sobre ella; esta
práctica le permitirá descubrir que por medio del
pensamiento es posible hacer la vida más noble, con
sabiduría poner fin al dolor y con ese poder de
dominio ayudar a la evolución de la humanidad. |
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